Hace más de 100 años, Agote descubrió la forma de preservar a la sangre de donantes evitando su coagulación mediante el uso de citrato de sodio como anticoagulante, logrando así, la primera transfusión de sangre de la historia.
Era el año 1914, y la humanidad conocía su Primer Guerra Mundial. Debido a este acontecimiento la demanda de sangre para atender a los heridos era enorme, y un argentino daba un paso inmenso en su solución.
No solo logró este enorme avance que marcó el inicio de la práctica de la hemoterapia como la conocemos hoy, sino que, en uso del mejor de los motivos y valores, la generosidad, cedió a la humanidad, los detalles técnicos para que en cualquier lugar del mundo pudiera hacerse una transfusión, y los derechos universales sobre su descubrimiento.
La generosidad es un valor cada vez más escaso, pero inherente a la condición humana. Como humanos, todos podemos dar sangre en algún momento de nuestra vida y todos podemos necesitarla.
La donación de sangre en contexto de pandemia
A más de 100 años del inicio de la historia de la Hemoterapia, celebremos el 9 de noviembre pensando en dar y recibir vida, promoviendo el ejercicio de la solidaridad, y atravesados por el mismo momento global: la pandemia COVID-19, que nos obliga a rediseñar los circuitos de atención incluyendo el cuidado para donantes y operadores sabiendo que la Hemoterapia y el requerimiento de hemocomponentes es permanente.
Se suma en este contexto la utilización de un hemocomponente menos frecuente: el Plasma, esta vez, de persona recuperada de COVID-19 como alternativa para el abordaje de algunos casos.
Si bien cada día se recuperan más personas, son pocas las que se acercan a donar y menos las que califican para ello por no tener anticuerpos suficientes para entregar pasivamente a quienes están atravesando la enfermedad.
Por esto es que es tan necesario que cada día sean más las personas que donan plasma, para aumentar las chances de tener donantes que califiquen y posibilidades de mejora en algunos pacientes.
Como nunca el COVID-19 nos desafía a ser más humanos y solidarios, a reforzar las redes de atención, comunicación y cuidado.