Gobierno de rio negro
Entrevistas

"...Un estado de entusiasmo permanente"

En un recorrido por la provincia a través del Ciclo de Entrevistas "Somos", con escritoras y escritores rionegrinos llegamos al Alto Valle con una entrevista a Lina Destefanis.

Fecha: 29 de octubre de 2022
Destefanis nació en Viedma en 1957 y desde muy chica sintió atracción por todas las actividades artísticas. Crédito: Gobierno de Río Negro

Por Sebastián Carapezza

Encasillar a Lina en un solo soporte sería un error, una subestimación a su enorme trayectoria. Es dramaturga, titiritera, docente y autora de dos libros publicados por el FER: “¡Progreso señores!… ¿Progreso?” (2017) y “De a balazos fue la cosa” (2019). Su sentido de pertenencia late en el club de arte “El Biombo” de General Roca, faro del teatro independiente en la Patagonia que ilumina los pasos necesarios de la autogestión, el compromiso y la constancia colectiva.

Allí está Lina, sobre la tarima. Despliega su magia, su arte, su guión, con naturalidad, sin prisa, con contundencia. Y no está sola. Su compañera en el escenario la conoce desde siempre, le da frescura, la incentiva. Es nada menos que Marina, su hija, con quien, junto a una familia de títeres de animales marinos, dan vida a la obra “La Lobería”.

Sabía sobre la inmensa trayectoria de Lina en las artes escénicas de la región. Siempre motivada por las creaciones colectivas, por la educación popular; con el compromiso y la constancia que tienen las referencias de la cultura. Sostener espacios artísticos a pesar de todos los males. Poner el cuerpo siempre, aunque las tendinitis propias de la profesión perduren cada vez más tiempo. En eso pensaba la primera vez que vi a Lina sobre esa tarima, en Bariloche, en marco del Festival de Títeres Andariegos.

Debajo del escenario, los niños y niñas que coparon la sala aplauden, colaboran y participan activamente. La magia se produce otra vez. El mensaje que transmite la obra acerca del cuidado de la naturaleza, atraviesa generaciones, flota en el aire hasta que se prenden las luces. ¿Cómo cuantificar el impacto de un espectáculo en un niño o una niña? ¿Cómo nos influye una obra presenciada cuando tenemos solo un puñado de años? ¿De qué manera lo vivió ella en su infancia? Ese manojo de preguntas le transmití a Lina días después y segundos antes de pulsar el rec del grabador, sentados a la mesa de un bar céntrico.

“Nací en Viedma en 1957 y desde muy chica sentí mucha atracción por toda la actividad artística. Recién en mi adolescencia pude formar parte de algunos talleres que se implementaron con el surgimiento del Centro Municipal de Cultura, actor cultural muy grande en esa localidad. Así es cómo comencé a hacer teatro en grupos de adolescentes.

Un poquito más grande formé ‘Purogrupo’, espacio que aún existe en la comarca. En 1988, junto con otra colega, creamos la Compañía y Grupo de Teatro El Biombo. En simultáneo, ya ejercía la docencia siendo maestra de nivel inicial, así que en esos momentos trabajamos muchísimo. Luego se sumó Ricardo Di Govanni, mi actual pareja y compañero de vida, y en 1998 nos radicamos en General Roca.

Esa mudanza se debió a motivos laborales ya que comenzamos a hacer espectáculos didácticos-recreativos respecto al control y erradicación de plagas. Además queríamos cursar la carrera universitaria de teatro, porque si bien éramos idóneos no teníamos el título habilitante como profesores. En esos momentos nuestros hijos tenían 6 y 2 años… la más pequeña es Marina, mi actual compañera en la obra ‘La Lobería’”. 

Si bien nunca es fácil trabajar con la familia, sí es muy lindo, porque da mucha seguridad y confianza. A la vez, es divertido y aportan mucha frescura todas las nuevas técnicas y conocimientos diversos que tiene Marina. Un poco se dio como algo natural porque durante muchos años, trabajando a la par con Ricardo, nuestros hijos ya nos acompañaban en los ensayos y las giras…

Así es que Marina desde chiquita comenzó a ayudarme con la música, hasta que directamente le pedí que fuera mi compañera de trabajo”, rememora esta multifacética artista.

El mensaje que transmite “La Lobería” es sobre la ecología y el cuidado de la fauna marina de la región Atlántica. Allí aparecen los predadores, que son una amenaza para los diferentes animales -personificados en títeres-.

Le traslado a Lina ese peligro pero ligado a su quehacer cotidiano y le pregunto cuáles serían para ella los predadores del arte. Como si ya tuviera la respuesta ensayada responde: “Creo que la peor amenaza en el arte es uno mismo. Quizás son los propios prejuicios que tenemos y ciertos moldes que nos condicionan, nos encausan en determinadas direcciones. Todo lo distinto nos asusta y quedamos muy pendiente del ‘qué dirán’.

Creo que somos nosotros mismos los que nos vamos frenando y limitando por temor a no encajar, a no estar dentro de los cánones establecidos. Y no siempre uno tiene una familia que contiene, apoya, y valora este oficio. Por eso creo que la escuela primaria es fundamental para incentivar los procesos creativos.

Creo que dentro del sistema educativo tienen que valorar aún más la diversidad, la imaginación, los procesos creativos y las formas diferentes de reaccionar ante un estímulo. Aunque ahora hay mucha más apertura… nosotros venimos de generaciones que vivieron dictaduras,  todo era seguir ciertas normas, lo establecido. Por eso creo que los monstruos que tenemos como depredadores son la crítica, el autoritarismo y el egocentrismo. 

Por otro lado, si bien una crisis económica es difícil para todos, lo es aún más para una persona que se dedica a la actividad artística, algo supuestamente ‘no esencial’. En esas coyunturas, que lamentablemente nos toca vivir seguido, lo primero que se deja de lado es comprar libros o ver un espectáculo.

Sin embargo, nobleza obliga, el Estado apoya bastante, por ejemplo por intermedio del FER, los fondos municipales, el INT [Instituto Nacional del Teatro], el Instituto Nacional de la Música, el INCAA… o sea que hay un acompañamiento del Estado hacia los productores culturales”, reconoce.

Lina comenzó a hacer títeres cuando ya hacía teatro, disciplina que le aportó una formación más académica. Sus inicios fueron de la mano de Oscar Gonzalez, titiritero de Viedma a quien, a finales de los ‘70, consultó porque quería organizar un acto escolar.

Fue entonces que empezó, muy de a poco, en este oficio sobre el que confiesa: “me sentí inmediatamente muy atrapada por ese mundo que me resulta mágico, ya que se pueden abordar diferentes temáticas de una manera no tan intelectual, sino más popular y aceptable.

Además, la cuestión comunicacional es más sencilla, porque se llega tanto al niño pequeño como al adulto… y al títere se le perdona todo. Por eso siempre digo que elegí ser actriz, pero los títeres me eligieron a mí”.

De la escena al libro, del libro a la escena

¡Progreso señores!...¿Progreso?

Lina, a través de sus palabras, sus actos y obras, habla de compromiso, de militancia, de resistencias. Culturales, artísticas,  sociales. Sus propuestas laten entre las personas, debajo de los escenarios, entre la gente de su pueblo.

Varios  colegas me habían hablado de estas características suyas, prácticamente haciendo una reverencia al escuchar su nombre. Es que tantos años de tal trayectoria y en diversas artes escénicas, le abrieron un lugar de los más sagrados en el mundo del arte: el ser referencia constante…

Conjugación de convicción, goce, valor, para experimentar roles, técnicas y soportes diversos; trabajar con colegas, amigos, marido e hija a lo largo de su carrera; socializar sus conocimientos. E ir siempre por más. 

Pregunto a Lina si encuentra denominadores comunes entre los y las artistas de la región. Reflexiona y expresa: “Creo que siempre tenemos muy presente la territorialidad y nos enorgullecemos de ser patagónicos, seamos músicos, actores o titiriteros. La geografía es muy fuerte y está presente con una mirada comprometida desde lo político y lo social. Estamos contando, con nuestros lenguajes y códigos, historias realmente fuertes. Esa es una característica singular que sin dudas nos hermana y nos pone en un compromiso muy grande. 

Por otro lado, ser titiritera es una profesión que siempre tuvo una impronta masculina muy fuerte, ya que no hace tantos años que las mujeres comenzaron a tener mayor reconocimiento.

Antes, la mujer solamente era quien acompañaba al titiritero. En la actualidad no es así gracias a que en las universidades e institutos se comenzó a ver equidad de género, y la carrera de títeres brinda una profesión con muchas colegas en estos caminos.

En ese aspecto veo muy bien el panorama local, con mucho respeto a la diversidad de técnicas, con un aprendizaje constante… hay títeres de guante, de mesa, de sombra, etc”.

Esas búsquedas de construcciones colectivas, de crear en plural, de hablar de un “nosotros”, sin dudas se ven reflejadas en el primer libro de Lina, gestado en territorio con la llegada de la democracia, y publicado por el FER en 2017, casi 30 años después, con el título “¡Progreso señores!...¿Progreso?”. 

El escritor Fabián Casas sostiene que la literatura es una creación colectiva y no puedo estar más de acuerdo. “¡Progreso señores!..” es un fiel reflejo de esa consigna, porque existe gracias a que varias personas escribieron, investigaron, recopilaron, actuaron o invitaron a escuchar sus historias. Y ya desde el prólogo, escrito por el profesor nacional de teatro, Ricardo Di Giovanni, invita “a sumarse a un nuevo camino para revalorizar a nuestros hacedores culturales-artísticos, simples, sencillos, humildes… patagónicos, que es -por sobre todo- en lo que nos transforma nuestra geografía una vez que nacemos o adoptamos vivir en este suelo”. 

Intento imaginar el ambiente que se respiraba en aquel entonces. Lina delinea precisiones fundamentales con su recuerdo…

“El marco ineludible fue la apertura democrática y la llegada de los programas de Educación por el Arte: se llegaba a la comunidad con talleres, teatro, títeres, música, expresión oral y escrita… por toda la provincia.

Desde aquellos años nos conocemos con la mayoría de los trabajadores de la cultura. Fue una experiencia muy fuerte porque veníamos de 7 años de dictadura y de repente tuvimos libertad de expresión y el acercamiento a la ‘animación sociocultural’ y la ‘educación por el arte’. Así fue como en una jornada que dimos en General Conesa, los adolescentes pidieron un taller de teatro, y como  estaba como docente en nivel inicial en educación, acepté gustosa la propuesta. 

Durante 4 años me dediqué a trabajar con ese grupo que pasó a llamarse ‘Poligriyo’. De tanta convivencia, empezaron a contar la historia de un próspero ingenio que producía azúcar de remolacha, y que existió en la localidad en los ‘40 y superaba en producción a los del norte de nuestro país. Se hablaba de ese inmenso foco económico, del progreso y cómo se abastecía a toda la región patagónica, utilizando el ferrocarril y barcos en el puerto. 

Realizamos una investigación muy importante, en una época donde no existía internet. A su vez, teníamos mucha crítica de algún sector del pueblo porque éramos considerados ‘raros’ y había una desconfianza acerca de las causas por las que queríamos indagar.

Sin embargo, de a poco nos fueron abriendo las puertas de forma muy solidaria y fuimos consiguiendo mucha información, videos, fotos y testimonios en primera persona. A tal punto que, luego de presentarse la obra, que se llamó “Progreso señores..¿Progreso?”, se fundó el museo con todos los objetos e informaciones que conseguimos en la etapa de investigación. Todo ese material es un testimonio de lo que fue la primavera democrática”, expresa la autora con una seguridad que conmueve.

En el mismo tono, agrega: “Creo que esta obra sigue siendo tan vigente y actual debido a los enormes intereses económicos, dentro y fuera del país, que llevan a que determinadas regiones queden relegadas o marginadas, evitando su florecimiento, aun teniendo muchas riquezas naturales. Por eso fue como destapar la memoria de un pueblo, que es uno de los objetivos de Educación por el Arte: trabajar con la memoria de los pueblos por medio de la creación colectiva, no con un texto pre-escénico ya escrito, sino a través de una escritura viva que se va construyendo con los actores y actrices en base a la información que se va consiguiendo. 

Sin dudas [la experiencia de creación de la obra] fue un proceso de trabajo muy rico, que abordamos las diez personas que conformábamos el grupo, la mayoría adolescentes.

En ese momento se iba a editar un folleto para distribuir en otros municipios para profundizar ese rescate de la memoria y poder repetir este tipo de experiencias, pero se terminó el programa y tuve que volver a la escuela y no pude multiplicarla. 

Por eso me sorprendió cuando casi 30 años después, en el 2014, aquellos adolescentes que integraron Poligriyo, me hicieron un reconocimiento que permitió la impresión y publicación de la obra.

Previo a esto tuve que digitalizar y enviar todo el material existente al FER, que lo terminó publicando en el 2017. Cuando finalmente se presentó el libro en el pueblo, la recepción del público sin dudas significó uno de los momentos más emocionantes que recuerde, porque muchos de los que allí estaban habían trabajado en ese ingenio azucarero, y mucha gente que en un principio no nos había apoyado, se sintió orgullosa de ese grupo de adolescentes que se animó a devolverle al pueblo esa historia que tenía como negada”.  

“¡Progreso señores!...¿Progreso?” también trajo a su autora y al grupo otro tipo de satisfacciones: a poco de publicarse, la obra obtuvo el reconocimiento Labor en Edición otorgado en el marco de los Premios Teatro del Mundo - 2017.

“Sin dudas fue un reconocimiento al equipo de trabajo del FER: al diseño, a la tapa, a la corrección… a todo el equipo”, afirma Lina. Se refiere al cuidado trabajo de la diseñadora gráfica Ianina Baffoni (diagramación y arte de tapa -sobre un cuadro del reconocido artista visual Juan Marchesi-) y al de la escritora y correctora Silvia Urtubey.

“De a balazos fue la cosa...”

Este libro es un gran homenaje, que recuerda la voluntad del teatro de constituirse en medio de transmisión y transformación social. El teatro de ayer y el de hoy. Y germina a partir de la investigación exhaustiva de Juan Raúl Rithner, su revisionismo histórico sobre el quehacer teatral de la provincia. La investigación dio paso a la obra; y la obra, al homenaje... Le pregunto a Lina qué significa para ella ese nombre, Juan Raúl Rithner.

“Nos conocíamos hacía muchísimos años con este referente muy importante de la literatura patagónica y, si bien nunca fuimos amigos, había un respeto mutuo muy grande.

Él siempre fue una persona muy generosa, solidaria, que socializaba permanentemente la información artística. Siempre decía que le encantaría que nuestra Compañía hiciera una obra de él, pero nunca se daba porque permanentemente había otros proyectos pendientes. Hasta que en una oportunidad, Juan Raúl le contó a Ricardo Di Giovanni el tema sobre el que estaba investigando: el anarquismo en la provincia de Río Negro y un suceso de  1921 ocurrido cuando un grupo fue a Allen a hacer una representación teatral que terminó en un tiroteo que tuvo más de 100 balazos y ningún herido”.  

A propósito de ese acontecimiento, en 2008, se estableció el 29 de noviembre como día provincial del teatro. Sin embargo, después de las rigurosas investigaciones que llevó adelante Rithner, se determinó que ese hecho sucedió el día 27 de noviembre de 1921, no de 1922. 

Lina continúa la cronología de la génesis de este segundo libro publicado por el FER: “Obviamente que a Ricardo le interesó muchísimo la idea y comenzamos a trabajar.

Juan Raúl escribía, investigaba, tenía muchísimo material y nos actualizaba sobre sus nuevas investigaciones. Y cuando la obra ya estaba casi terminada, falleció. Eso nos dejó paralizados.

Además era un texto complejo, con una escritura difícil de llevar a la escena, y él no quería dejar ninguna temática sin decir: los pueblos originarios, el anarquismo, la precariedad de los trabajadores, la Liga Patriótica… y tiene muchísimos personajes. No queríamos desistir pero no sabíamos bien cómo seguir.

Finalmente, comenzamos a hacer una adaptación porque era casi imposible hacer la original, que involucraba a más de 40 personajes durante más de 2 horas. Entonces, como teníamos la autorización de Juan Raúl y sus hijos, la llevé a una versión musicalizada y con menos personajes, pero con mucha frescura de canciones y con un elenco con mucho conocimiento de danza, canto y música. Esta obra giró sobre todo por el Alto Valle de Río Negro, hasta que llegó la pandemia y se complicó volver a juntar al elenco”.

“Más de cien tiros y ningún herido...”. Esa frase queda retumbando en mi cabeza mientras trato de hacerme la idea de un contexto que parece el Lejano Oeste pero es nuestra propia provincia.

Esa balacera desatada en una confitería del centro de Allen, tenía como objetivo persuadir a los anarquistas que iban a montar una obra de teatro… que se representó de todos modos. Y otra característica que envuelve al espectáculo, y que lo define como homenaje al teatro, es que todo sucede en escena, no hay bambalinas ni telones: todo a la vista del público, incluso el trabajo de los técnicos, iluminadores y demás detalles habitualmente ocultos. 

Rememorando la etapa de adaptación del texto, Lina repasa aquellas dificultades “porque la obra estaba inconclusa y la quisimos respetar así… Decidimos que sea acompañada del relato sobre todo el proceso y contar cómo fue que llegamos a la puesta en escena.

Así es que el libro consta de la obra original de Juan Raúl, el proceso de trabajo y la adaptación nuestra. La presentación fue muy emotiva porque también estuvo presente la hija de Juan Raúl, que le dedicó unas palabras… él era una persona muy conocida por la comunidad artística y había trabajado en diversas instituciones”. 

Finalmente el espectáculo se estrenó en el 2017 y el libro se publicó dos años más tarde, dando cuenta de la impronta y la resistencia del teatro. La puesta recibió el premio Maite Abascal 2018, que se otorga en la Fiesta provincial del teatro en reconocimiento a creaciones que ponen en valor temas de relevancia regional. 

Pregunto a Lina qué sensaciones tuvo en esos momentos de festejo, después de tanto trabajo y tanto duelo. “Me llevé una gran sorpresa porque los premios vinieron casi de inmediato con la edición de este libro. El reconocimiento Maite Abascal me genera mucho orgullo, ya que Maite fue una referente del teatro patagónico.

Entonces que la provincia nos distinga con este premio me resultó muy positivo ya que invita a tratar nuestras temáticas. La verdad es que sentí como que Juan Raúl hubiera estado orgullosísimo de esta mención y sin dudas fueron momentos muy lindos de mi carrera”, concluye la autora. 

La entrevista comienza a cerrarse, aunque quedan preguntas todavía… De qué manera se definiría ella dentro de la variedad de profesiones artísticas que abarca, es uno de esos interrogantes que no quiero dejar pendientes.

La respuesta de Lina confirma que bien valió formularlo y oportuno fue hacerlo ahora, redondeando nuestra conversación: “Creo que soy un ser humano interesado en la humanidad. Y la mejor forma de comunicarme, expresarme y compartir es a través del arte.

Por eso desde muy pequeña necesité moverme, dibujar, escribir, comunicar lo que me pasaba y, sobre todo, escuchar y volcarlo en lo creativo, sea escribiendo, haciendo obras o docencia. 

Es mucho tiempo el que llevo en este camino, tengo 65 años, y soy muy agradecida al respecto. Sin embargo todavía me sorprende y maravilla que de un biombo del que salían dos títeres, pasamos a tener una sede artística propia [el club de Arte El Biombo de General Roca], reconocida, y en la que la comunidad artística en general realiza actividades, exposiciones, presentaciones, festivales, etc.

Emociona ver que seguimos nuestros sueños y dejamos algo en la comunidad, a nuestros hijos que siguen este surco artístico y continúan con sus ideas.

Es que uno nunca termina de aprender cosas, es un aprendizaje permanente sobre todo con las generaciones más jóvenes. Por eso creo que hay que aceptar los cambios de energía, políticos y sociales. Y estar en contacto con diferentes grupos y festivales, nos permite conocer otras realidades y miradas que son muy enriquecedores y que permiten vivir en un estado de entusiasmo permanente”.

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